Wednesday, October 17, 2012

Por qué Lazooleeta?


Para mí no hay manera sencilla de hablar sobre Lazooleeta... Su historia es una rica, poblada de muchas anécdotas, emociones y sentimientos. 
Es un relato largo, pero hermoso, uno que estoy dispuesta a compartir con todo aquel que esté dispuesto a escuchar con los oídos del alma.

Hace muchos años atrás, mi papá me regaló un sobrecito de frutas secas artesanales llamadas "EL Molino Blanco" que traían un poema escrito en la parte de adentro del papel que estaba engrapado a la bolsita.
El poema era de Chuang Tzu un filósofo Taoísta y hablaba sobre el cambio.
Las frutas eran variadas y con un sabor de ensueño, pero aparte del sabor y el poema algo que me encantaba de ellas era que venían enrolladas en forma de espirales, algo que me recordaba mucho a "La Noche Estrellada" mágica obra de Van Gogh.
Decidí guardarlo en una caja en casa de mi mamá y como si se tratara de una suerte de galletica de la fortuna venezolana, empecé a coleccionar los papelitos de las frutas -que siempre traían un poema distinto- para usarlos con un propósito terapéutico, pero nunca imaginé, que sería aquel primero, el que me regaló mi papá, el que me cambiaría la vida por siempre...

Con el tiempo dejé de coleccionar los papelitos y la caja quedó olvidada junto al pie de la peinadora blanca con tiradores bronze que estaba en mi cuarto, hasta el día en que, tras poner mi vida entera en dos maletas para emigrar a Toronto, donde hoy resido, decidí meter mi mano en la caja y agarrar al azar uno de los poemas para conservarlo conmigo siempre, un testimonio vivo de una hermosa etapa de mi vida que se cerraba.
Entre el apuro y la confusión por no haber dormido mucho lo puse en mi monedero sin saber de qué poema se trataba y aún a pesar del afán que tuve de sacarlo de la caja, ya en Canadá ante la novedad y los cambios, quedó también olvidado en el compartimiento del sencillo por un par de años más.

En Venezuela, siendo abogado me sentía vacía e inadecuada, vivía inventando fantasías y construyendo munditos en mi cuaderno junto a mi mesita de noche, ese era mi refugio. Ya 
aquí en Toronto decidí que habría de hacer las cosas distintas, empecé a reunirme con trabajadores sociales, a rellenar tests vocacionales online y a leerme cuanto recurso tuviera a la mano, pero todos los caminos parecían llevarme a la misma conclusión..."Este mundo está dividido en casillas y yo, no quepo en ninguna de ellas"- pensé. "No sé quién soy ni a lo que vengo, no tengo nada nuevo o interesante qué revelar" y en medio de esa crisis de identidad empecé a rezar suplicándole a Dios que me regalara un verdadero sentido de pertenencia, descansaba en la certeza de que todos traemos un regalo al mundo y a mí me urgía saber cual era el mío. 
Cerré los ojos e imaginé lo que se sentiría vivir una vida impregnada de un profundo sentido de propósito, guiada por una visión y una misión, y de cómo sería despertarse cada día sabiendo que a través de nuestro "regalo" estamos llevando a cabo acciones y tomando iniciativas que generan un impacto positivo en el mundo.
No pude evitar sentirme triste y en medio de esa tristeza decidí salir a la calle. Empecé a caminar sin rumbo preciso hasta que decidí montarme en el metro para cambiar un poco de ambiente. Abrí mi monedero para sacar mi token y por primera vez en dos años ví lo que antes no había podido ver... El poema de las frutas secas.
Ya en el tren lo abrí y para mi sorpresa, se trataba de aquel poema que había venido con el primer sobrecito de frutas que me regaló mi papá...

"¿Cuando uno
está cambiando,
¿Cómo sabe que el cambio está ocurriendo?
Cuando uno
no esta cambiando,
¿Cómo sabe que el cambio
no ha ocurrido ya?
Quizás tú y yo
aún estemos soñando
y todavía no
nos hallamos despertado...
Conténtate
con lo que está ocurriendo
y olvida el cambio;
entonces puedes entrar
en la unidad
del misterio del cielo."
Una profunda paz me invadió, fue un momento tan especial que casi sentía como si Chuang Tzu había escrito el poema para mí.  Pensé que me decía: "anda a celebrar lo que ya eres, sin importar lo que eso significa", y no pude sentir otra cosa que GRATITUD.
En medio de esa gratitud decidí contactar a las personas que hacían las frutas artesanales para hacerles saber de qué manera habían tocado mi vida... Busque por todo el internet y me agarré de la única pista que tenía para poder encontrarlos: vivían en "La Azulita", Edo. Mérida.
Viendo que se me hacía difícil dar con ellos, empecé a investigar sobre el pueblo, hasta que un día me topé con un escrito de un hombre muy espiritual que decía que La Azulita es un lugar mágico al cual acuden hombres y mujeres de diversos caminos de la vida en busca de paz y silencio, pues muchos han asegurado que es allí donde se han encontrado a sí mismos.
Desde ese día empecé a firmar todos mis escritos con el seudónimo "La Azulita" como un recordatorio de que tal lugar existía, hasta que para hacerlo mío, convertí el nombre en una sola palabra y modifiqué la manera de escribirlo para crear el mismo sonido en inglés (con dos oo y dos ee) como un acto de amor y de gratitud hacia esta tierra que me vió renacer.  
Con el tiempo he comprendido que no sólo es ambicioso sino también imposible encontrarse a sí mismo fuera de sí, aún así desde la distancia, voy reinventando este utópico y también desconocido rincón de mis sueños, reuniendo pequeñas piezas de talentos para contar mi historia y celebrando que finalmente, encontré "Lazooleeta" dentro de mi corazón... 


2 comments:

  1. Hermoso amiga, tocaste mi corazón y como nada es casual el poema de la bolsa de las "fruticas" llega en un momento de cambios realmente especial para mi. Cada ser tendrá su lugar imaginario o real en donde es posible escaparse de vez en cuando para acceder y tocar su propia magia, así que espero que las bendiciones prosigan y que el éxito siempre llene de luz el camino de tu vida para que compartas con muchos esa esperanza que nos mantiene atados a este mundo! Un beso grandote y gracias!

    ReplyDelete
  2. Estaba buscando información sobre esos frutos secos porque yo también soy asiduo a ellos, tienen la calidad y la esencia que uno quisiera para todo lo que se genera en Venezuela, y allí están esos espirales de mora y parchita diciéndonos que es posible

    ReplyDelete